Odón Elorza

Odón Elorza

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Privatizar la política para empobrecer la democracia.

No hay mayor negocio que privatizar la política. Dejarla fuera de la influencia y el control de la ciudadanía para que esté, más condicionada y mediatizada, en manos de los intereses privados de los grandes grupos económicos. Entre ellos, las corporaciones tecnológicas y los fondos de inversión.

La ideología neoliberal, hoy representada por las variantes ultras y trumpistas, es la mayor beneficiada de esta deriva privatizadora que va socavando el prestigio y la eficacia del sistema democrático de gobierno y convivencia en todo el planeta. Por otra parte, en el marco del escenario de la globalización, los centros de los poderes económicos toman decisiones de gran trascendencia política y económica sin seguir las reglas de la democracia, en contra de los intereses generales y por encima de la soberanía de los Estados. Los “emperadores tecnológicos” ya juegan un papel decisivo en las guerras.

El avance de la privatización es también consecuencia de los procesos de jibarización de la democracia, hasta convertirla en una actividad intelectualmente más empobrecida y reducida a círculos políticos y élites de poder. Así, se sustraen las grandes decisiones del debate público, del ejercicio de la transparencia y hasta de la capacidad decisoria real de los Parlamentos. Porque todos esos grupos persiguen, además, la subordinación del Parlamento soberano a objetivos que no son los de servicio público a la comunidad y a intereses que no son los generales.

Existen, también, otros factores que favorecen esa privatización, como es el papel que juegan los intereses sectarios de los partidos políticos en la toma de decisiones, bien para alcanzar y monopolizar el poder o bien al actuar con la lógica de una empresa que busca la obtención de un beneficio partidista. Esas razones y los consabidos vicios de la política, como la corrupción, la mentira, la desconexión con la realidad social y las tendencias autoritarias o cesaristas, provocan el alejamiento y desinterés de la sociedad por la política.

Las fuerzas de progreso, pero también la derecha liberal, tienen que responder defendiendo medidas de reforma e innovación de la democracia representativa. Lo cual se traduce en promover vías de participación, deliberación, consulta y transparencia para fortalecer los derechos democráticos, la defensa de lo público y la condición de la política como un patrimonio colectivo. Porque una democracia avanzada debe ofrecer cauces e instrumentos de participación que poder votar cada cuatro años a unas listas cerradas.

Por otra parte, es cada vez más patente en los partidos el uso de la mercadotecnia empresarial o puro marketing electoral, lo que unido a la escasa fiabilidad de compromisos electorales no verificables y al olvido de una práctica política basada en la ética pública, hacen que la confianza ciudadana en la política sea residual. Sin embargo, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación permiten a los poderes públicos enormes posibilidades para abrir paso a una democracia deliberativa y controlable. Pero las instituciones no son conscientes de su trascendencia.

En un tiempo de convulsiones, la vida política se desarrolla con un alto grado de sectarismo, crispación y polarización. Son fenómenos que provocan el alejamiento y la desafección de gran parte de la población hacia la vida política.

Vivimos una etapa peligrosa para la credibilidad de la política y las democracias. Arrastramos fallos en el sistema de representación política y asistimos a un funcionamiento de los gobiernos cada vez más basado en el hiperliderazgo y el presidencialismo. Todo ello sucede mientras el diálogo para llegar a acuerdos, el debate con respeto al pluralismo y el contraste de ideas se consideran accesorios.

De modo que si a los problemas sociales de desigualdad y precariedad y a la incertidumbre que provocan las crisis y los nuevos desafíos globales que afectan a toda la humanidad, se añade la privatización de la política, la incredulidad y desconfianza hacia la política y los partidos aumentarán. Pongamos que también hablo de España.

 

Odón Elorza / Ex diputado y miembro del Comité Federal del PSOE

San Sebastián, 1 de diciembre de 2023 / Publicado en público.es

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Todo es susceptible de empeorar.

Eso podría suceder en Argentina, aunque la mayoría se ha agarrado a Milei como a un clavo ardiendo, indignada con una vida de miseria y harta del oficialismo peronista. Es el peso de la calle. La democracia deja de interesar y de ser respetada cuando se pasa hambre y el pueblo considera que la política ya no es útil para devolverle la esperanza.


¿Y nosotros qué? En España no existe tal grado de desesperación social. La economía aguanta, salvo sorpresas, mientras el Estado cumple razonablemente bien su función como escudo social y la prestación de servicios públicos. Sin embargo, la polarización invade a la sociedad y el clima de confrontación se instala en la calle. La crispación está servida.

La vida política no aporta calma a la ciudadanía ni al debate de los retos pendientes y se da la paradoja de que el Gobierno de progreso, para seguir siéndolo, ha tenido que negociar una ley excepcional de amnistía. Dicen que busca mejorar la convivencia en Cataluña pero, de momento, pareciera que la empeora en el resto de España. Porque es discutible y porque la derecha derrama gasolina.

Mucha gente, incluso electores que apoyan al Gobierno, se sienten confusa y enfadada cuando los beneficiarios de la amnistía -que es perdón de las penas por los delitos y faltas cometidas y olvido de aquellos graves hechos ocurridos en Cataluña- hacen gala en el Congreso de su fuerza condicionante y no ofrecen contrapartidas.

Por eso, también en nuestro país, todo es susceptible de empeorar. Sectores de jueces tomando partido, militares nostálgicos, policías dispuestos a derramar su sangre por la patria, ultras que acosan Ferraz y resucitan el franquismo puro. Mas aquellos nacionalistas españoles anónimos que portan la banderita hasta en el collar del perro. Todos se esmeran por competir con pronunciamientos bárbaros de sabor golpista para echar o incluso para encarcelar a Pedro Sánchez y su equipo.

Las fuerzas reaccionarias se han propuesto utilizar esta generosa amnistía para organizar una carrera de desgaste larga y bien planificada, de modo que no se rebaje la tensión. Aumentarán los ataques y se inventarán todo lo que sea necesario -incluso para que nos retiren fondos de la UE- durante las fases de tramitación, aplicación y recursos a la ley. La vuelta triunfal de Puigdemont es una necesidad en su guión.

Pero más allá de la obsesión desestabilizadora de Feijóo, los de la fruta y los incendiarios, Pedro Sánchez soportará fuego amigo. Me refiero a las presiones de grupos de apoyo a su investidura, a las consecuencias del cabreo de Podemos y a las amenazas de los secesionistas de romper los acuerdos tras el numerito con el verificador. Sin olvidar “las cosas” que pueden pasar en un planeta descontrolado donde los emperadores digitales empiezan a mandar sobre los Estados.

El Presidente ha de armarse de paciencia, prudencia y apostar por más democracia. Hacerlo en sus comparecencias, con gestos y en diálogo con el Parlamento. Por cierto, con un Senado que será una cámara de tortura para el Gobierno. Y en la apuesta por garantizar la separación de poderes, empezando por cambiar el sistema de cuotas en los nombramientos de los organismos constitucionales.

El Presidente necesita crear un relato que desarrolle una gobernanza de cooperación y articulación más federal ante unas Comunidades Autónomas y Ayuntamientos en manos ajenas. Otro ruego: evitar que avance la privatización de la política, mediatizada por los grupos económicos de interés y por los intereses de los grupos políticos cuando actúan casi como una empresa.

Un escenario que puede hacer que muchos olviden los graves problemas y retos globales que traen incertidumbres. En este planeta, la crisis climática, la revolución digital, las migraciones y las transformaciones disruptivas provocan un estado de ansiedad colectiva. La solución a estas crisis globales requiere consensos y no está garantizada de la mano de las democracias y menos aún si son trumpistas. De ahí que el ejercicio de la democracia exija la ética política.

(Posdata / Sr. Presidente: Cuando la cuerda esta a punto de romperse los gestos en política son cruciales. Si yo fuera usted le invitaba a Feijóo (sí, soy consciente de lo que digo) a tomar un largo café en La Moncloa. Puede parecer extraño pero eso ha de ser la convivencia democrática. Seguramente sirva de muy poco pero …. ¿cómo se empieza a descrispar un clima de confrontación y odio?, ¿cómo se pone en valor el diálogo? Casi todo está por hacer. En esta situación, precisamente, hay que tomar la iniciativa y expresar la disposición al diálogo por parte de quien lidera España. Se hizo con Puigdemont).

 

Odón Elorza / Ex diputado y miembro del Comité Federal del PSOE

San Sebastián 24 de noviembre de 2023 / Publicado en InfoLibre.es

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La apuesta arriesgada de Pedro Sánchez / Editorial de Le Monde (17-11-2023).

EDITORIAL de LE MONDE .
Publicado el 17 de noviembre de 2023.

 

El socialista fue reinvestido el jueves como presidente del Gobierno por los diputados, al precio de una amnistía prometida a los organizadores del controvertido referéndum de independencia de 2017 en Cataluña. Al pactar con un partido que él mismo denunció como un socio poco fiable, el El primer ministro corre el riesgo de perder el crédito político que le quedaba.

Intentar permanecer en el poder sin una mayoría obvia siempre conlleva un costo político. Lo que paga el presidente del Gobierno español, el socialista Pedro Sánchez, para mantener su cargo corre el riesgo de ser exorbitante. El Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que quedó en segundo lugar en las elecciones legislativas del 23 de julio, justo detrás del Partido Popular (PP) de centroderecha de Alberto Núñez Feijóo, optó por negociar un acuerdo en el que los separatistas catalanes desempeñarán un papel crucial.

Este epílogo de cuatro meses de intensas negociaciones ciertamente permite a la izquierda liderar el país eliminando la amenaza de una coalición entre la derecha y la extrema derecha. Pero el compromiso tiene el potencial de polarizar un poco más a España, sin garantizar su estabilidad política.

En España, el pacto de Pedro Sánchez con los separatistas catalanes.

A cambio del voto para la toma de posesión de Sánchez, el jueves 16 de noviembre, los separatistas del partido Junts del ex Presidente de Cataluña, Carles Puigdemont, obtuvieron una amnistía general que anulaba el proceso judicial contra ellos tras su fallido intento de sedición. en 2017. Puigdemont, que había huido a Bélgica para escapar de la justicia española, podrá regresar libre a su país y perseguir sus sueños de independencia para Cataluña.

Esta ley de amnistía, negociada en el mayor secreto, conmocionó aún más a la opinión pública española porque, poco antes de las elecciones legislativas, el Sr. Sánchez había prometido no participar en tal proceso. Hoy, el objetivo declarado es evitar convertir en mártires a Puigdemont y otros separatistas, mientras que un nuevo juicio y una probable condena del ex Presidente de Cataluña habrían reavivado el resentimiento.

Influencia desproporcionada en la independencia.

Si es cierto que las fracturas abiertas por la cuestión de la independencia no se resolverán sólo en los tribunales, el deseo de apaciguamiento del Sr. Sánchez difícilmente llega a la población, mucho más allá de una derecha y una extrema derecha ulceradas por lo que se considera una traición.

Lo que es criticable no es tanto el principio de la amnistía como la forma en que se negoció. El acuerdo da un lugar de honor a una reescritura descarada de la historia y a concesiones que probablemente no reconciliarán a los dos bandos. Su redacción deja pocas dudas sobre el hecho de que fueron los separatistas quienes dictaron sus grandes líneas, dando al texto una apariencia de autoamnistía difícilmente compatible con “la defensa de la convivencia de los españoles” que reivindica el líder del PSOE. .

Al hacer un pacto con un partido que siempre ha abogado por el radicalismo y que ha sido denunciado por el propio Sánchez como un socio poco confiable, el presidente del Gobierno corre el riesgo de perder el crédito político que le quedaba. La táctica elegida es tanto más dudosa cuanto que el acuerdo otorga una influencia desproporcionada a los separatistas y cada debate sobre el futuro político de Cataluña puede transformarse en cualquier momento en un voto de censura para la mayoría.

A esta inestabilidad potencial se suma un riesgo exacerbado de división del país. El partido de extrema derecha Vox, que ahora lidera cinco regiones españolas en coalición con el PP, ha construido en gran medida su éxito sobre la reacción a la tentación de la independencia catalana. Al devolver a este último al poder con el único objetivo de permanecer en el poder, Sánchez está haciendo una apuesta que contribuye a fortalecer una extrema derecha contra la que él pretende combatir. 

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Espacio de diálogo e interacción con el diputado socialista por Gipuzkoa.

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